Cada vez que suene el teléfono, antes de atenderlo, afirmo que recibo solo buenas nuevas, positivas y mejores, para mí y para mi departamento. Antes de levantar la bocina doy gracias a Dios por el bien anticipado que recibiré.
Al atender el teléfono, si confronto una sitruación crítica, me declaro mentalmente ¡victorioso en el Nombre de Jesús! y declaro seguidamente que la mejor solución al problema la pondrá Dios en mi mente y/o en mis labios. Pido a Dios la manifestación inmediata del bien mayor tras esa crisis y doy gracias.
Al ingresar cualquier persona en mi oficina, me programo optimistamente, entusiastamente, para escuchar solo noticias favorables para mi Departamento, para mi empresa, para mi país, para mi familia, o incluso para mí mismo. Solo el bien mayor ingresa por la puerta de mi oficina.
Si alguna persona pretende dañar el buen ambiente de amor que el Espíritu Santo dispuso al iniciar mi día, inmediatamente visualizo a esa persona apenada, acallada, humillada, avergonzada, solicitando perdón, por su actitud paradójica a la presencia del Espíritu santo en mi oficina.
Respecto al ambiente de trabajo declaro: nadie grita en mi oficina, nadie ofende, nadie roba pertenencias de los compañeros, nadie habla chismes, y quien rompa esta regla, el Espíritu Santo lo aleja inmediatamente.
Cada vez que llego a mi trabajo, sin vacilar, sin perder tiempo, lo declaro bendecido, protegido y prosperado por Dios.
Veo la presencia de Dios en cada lugar, sitio o rincón de mi trabajo, manifestada en cualquier expresión de amor divino.
En mi trabajo, la única actitud que acepto posible, es la actitud positiva y exitosa. No permito ni la menor medida de duda, temor, pesimismo o negatividad.
Nunca me rindo. Nunca capitulo. Nunca abandono. Enfrento todo reto o desafío con coraje y no lo doy por concluído hasta ver solo el mejor resultado.
Ato los labios de las personas negativas, amantes del chisme y la discordia. Bendigo a todas las personas con actitud positiva.
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